La mayor parte de la población mundial consume diariamente el doble de los cinco gramos de sal recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), por lo que este organismo lanza hoy una iniciativa para reducir el uso de sodio en los alimentos globales, especialmente los procesados.
Tal iniciativa consiste en la publicación de un listado de las cantidades de sodio (elemento que consumimos principalmente a través de la sal) recomendables en dieciocho tipos diferentes de alimentos, pasando por el queso, las salsas, las patatas fritas o muchos otros.
La OMS recuerda en el inicio de esta campaña que el alto consumo de sal aumenta el riesgo de enfermedades cardiacas causantes de tres millones de muertes anuales en el planeta, por lo que la reducción del sodio es una forma sencilla de mejorar la dieta y a la vez salvar vidas.
"La mayoría de la gente no sabe cuánto sodio consume ni el riesgo que ello supone. Necesitamos que los países establezcan políticas para reducir el uso de sal e informen a la sociedad para que tomen correctas decisiones a la hora de alimentarse", subrayó al respecto el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
El experto etíope también indicó que la industria alimentaria y de bebidas "debe reducir sus niveles de sodio en los alimentos procesados", para lo cual la nueva lista de recomendaciones de la OMS debería servir de punto de partida.
La lista, que intenta también armonizar las muy diversas prácticas que hay en distintos países, indica por ejemplo que las patatas fritas deberían no superar los 500 miligramos de sodio por cada 100 gramos, cantidad que bajaría a los 100 miligramos en el caso de los cereales de desayuno.
Para la carne enlatada propone 225 miligramos por cada 100 gramos, 450 miligramos para las pizzas, 600 miligramos para las galletas saladas o 400 miligramos para la mantequilla, entre otros ejemplos.
Con la lista la OMS busca acercarse a sus objetivos de reducir el consumo mundial de sal y sodio en torno a un treinta por ciento antes de 2025.
La organización con sede en Ginebra recuerda que países como el Reino Unido ya trabajan en esa dirección, y en concreto las autoridades británicas pidieron a la industria alimentaria una reformulación de sus productos voluntaria para reducir un 15 % el consumo de sal entre 2003 y 2011.