Una de las preguntas clave del coronavirus que sigue sin respuesta es cuánto dura la inmunidad adquirida tras la enfermedad. Este lunes, un estudio publicado en Nature Medicine advierte de que la inmunidad protectora contra el SARS-CoV-2 podría ser corta.
Para determinarlo, un equipo de investigadores liderados por la responsable del laboratorio de virología experimental de la Universidad de Amsterdam (Holanda), Lia van der Hoek, ha analizado la inmunidad en cuatro cepas de coronavirus estacionales similares al SARS-CoV-2.
Las cuatro cepas (HCoV-NL63, HCoV-229E, HCoV-OC43 y HCoV-HKU1) causan infecciones del tracto respiratorio y, según los autores del estudio, comprender qué características compartidas tienen estos coronavirus, podría servir para conocer algo más sobre el SARS-CoV-2.
Para hacer el estudio, los autores examinaron 513 muestras de suero recogidas de manera regular a diez varones adultos sanos de Amsterdam desde 1980, es decir, durante más de 35 años.
Los autores midieron el aumento de los anticuerpos contra la proteína nucleocápside (abundante en el coronavirus) para cada coronavirus estacional y consideraron cada aumento de anticuerpos como una nueva infección.
Según los resultados del estudio, cada paciente registró entre 3 y 17 infecciones de coronavirus en periodos de reinfección de entre 6 y 105 meses (8,7 años), y que los individuos estudiados se contagiaban con el mismo coronavirus estacional doce meses después de la infección inicial.
Los autores también encontraron que las muestras de sangre recogidas en los Países Bajos en los meses de junio, julio, agosto y septiembre tenían la tasa más baja de infecciones en los cuatro coronavirus estacionales, lo que indica una mayor frecuencia de infecciones en invierno en los países templados.
Los autores sugieren que el SARS-CoV-2 puede compartir el mismo patrón después de la pandemia.
Aunque es necesario seguir investigando con cohortes más grandes, los autores creen que las reinfecciones son frecuentes en los cuatro coronavirus estacionales, lo que sugiere que puede ser una característica común de todos los coronavirus humanos, incluido el SARS-CoV-2.