Perros entrenados en la detección de cadáveres y cuadrillas de búsqueda se adentraron el martes en el fango en las montañas del oeste de Carolina del Norte en busca de víctimas del huracán Helene, días después de que la tormenta dejó una estela de destrucción por el sureste del país.
Mientras el número de muertos se aproxima a los 160, los equipos de rescate se desplegaron, utilizaron helicópteros para cruzar puentes destruidos y caminaron por áreas silvestres para llegar a hogares en las zonas más remotas.
La tormenta, una de las más letales en la historia de Estados Unidos, dejó sin suministro eléctrico y de telefonía celular a algunas localidades, por lo que mucha gente quedó frustrada, acalorada y cada vez más preocupada luego de varios días de penurias. Algunos cocinaron sus alimentos en parrillas de carbón o caminaron hasta terrenos elevados con la esperanza de encontrar señal para llamar a sus seres queridos.
“Hubo comunidades que fueron borradas del mapa”, dijo el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper, en una conferencia de prensa el martes.
La devastación fue particularmente grave en las montañas Blue Ridge, donde al menos 57 personas murieron dentro y en las inmediaciones de Asheville, un paraíso turístico conocido por sus galerías de arte, cervecerías y actividades al aire libre.
En Swannanoa, una pequeña comunidad a las afueras de Asheville, la disminución en los niveles del agua dejó al descubierto vehículos apilados sobre otros y casas rodantes que se vieron arrastradas durante la tormenta. Las carreteras estaban llenas de lodo y escombros y salpicadas de socavones.
Cliff Stewart sobrevivió al medio metro de agua que entró en su casa, subiendo por encima de las ruedas de su silla de ruedas y dejando que sus frascos de medicinas floten de una habitación a otra. Sin electricidad y dependiendo de la comida que le traen sus amigos, ha rechazado ofrecimientos de ayuda para dejar su casa.
“¿A dónde voy a ir?” dijo el veterano del Cuerpo de Infantería de Marina el martes. “Esto es todo lo que tengo. No quiero abandonarlo, porque ¿qué voy a hacer? ¿Quedarme sin casa? Prefiero morir aquí mismo que quedarme sin hogar”.
Los extenuados equipos de rescate trabajaron sin tregua para despejar caminos, restablecer el suministro eléctrico y telefónico y atender a quienes seguían varados por la tormenta, la cual causó la muerte de al menos 159 personas en seis estados, entre ellas muchas que fueron golpeadas por la caída de árboles o quedaron atrapadas en vehículos y casas inundadas. Casi la mitad de las muertes se produjeron en Carolina del Norte, mientras que también se registraron decenas de decesos en Carolina del Sur y Georgia.
El presidente Joe Biden, quien el miércoles tiene programado recorrer la zona del desastre en Carolina del Norte y del Sur, estimó que la recuperación podría costar miles de millones de dólares.
“Tenemos que acelerar este proceso de recuperación”, dijo el martes. “La gente está muerta de miedo. Esto es urgente”.
Más de 150.000 hogares se han registrado para recibir asistencia de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de Estados Unidos (FEMA, por sus siglas en inglés), y se anticipa que la cifra aumente rápidamente en los próximos días, dijo Frank Matranga, representante de la dependencia.
Se han enviado casi 2 millones de comidas preparadas y más de un millón de litros de agua a las zonas más afectadas, añadió.
Los equipos de rescate en los alrededores de Asheville visitaron primero a los más vulnerables.
“Hemos ido de puerta en puerta, para estar pendiente de la gente y ver si están a salvo”, dijo Avril Pinder, administradora del condado de Buncombe, donde se encuentra Asheville. “Sabemos que hay lugares a los que todavía es difícil acceder”.
AP